jueves, 20 de agosto de 2009

Entre el cielo y la playa

Mis miedos siempre navegan.
Me nublan, me arrastran.
Tienen capacidades.
Son permisivos.
Entre pretéritos y futuros potenciales
me desnudo.
Discursivamente se me oye firme, heroico.
Pero es sólo una construcción.
El dolor tracciona. Arde. Embate.
Vuelvo a ella.
Al último beso, a la última noche,
a mi compañía que no sanó.
Al irrefrenable pedido de seguir,
de vivir, de guerrear.
Al abrazo cómplice del destino cantado.
A su corazón pleno por sacarme un te quiero.
A su lucidez por convencerme, por protegerme.
A su postura para bancar. A sus ganas de más.
A su ánimo. Su rabia.
Su intelectual modo de
tragarse su tragedia. Nuestra tragedia.
La ruina. Los traumas. La obsesión.
La neurosis. La intolerencia. El desgano.
El terror. El psicoanálisis. Las voces.
Los fantasmas. Los sueños, atroces.
El peso. Las deudas. Los intentos.
La agonía. La lejanía. Las cenizas.
Ella se va. No se despide.
El tiempo se lo prohibe. Le ganó de mano.
Fue su única derrota.
Un jardín de cerezos resguarda su esencia.

El mar la baña más bravo que nunca.

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